A lo largo del tiempo, muchos alimentos que considerábamos comunes se han retirado de nuestra dieta después de que los científicos demostraran posibles efectos perniciosos sobre nuestra salud. La conveniencia de tomar o no determinadas sustancias, sobre todo los temidos colorantes y conservantes, ha generado gran controversia entre los científicos, y la polémica se aviva cada vez que aparece un estudio asociando algunas sustancias con la aparición de cáncer o problemas mentales.
La legislación alimentaria se mueve siempre en un tira y afloja entre las autoridades gubernamentales, los científicos, la industria y los grupos ecologistas, que acaban generando un batiburrillo informativo en el que es difícil sacar conclusiones. En un intento por arrojar algo de luz sobre el asunto los nutricionistas estadounidenses Mira Calton y Jayson B. Calton acaban de publicar el libro Rich Food, Poor Food (Primal Nutrition), un manual sobre los ingredientes que aparecen en los productos comerciales y que, según ellos, deberíamos evitar.
En su opinión, hay una serie de aditivos que es mejor no consumir, pese a que sigan siendo legales. Las principales autoridades sanitarias, la Food and Drug Administration de EEUU (FDA) y la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (AESA), siguen debatiendo su prohibición, debido a diversos estudios que asocian su consumo con problemas de salud. Estos son los 5 ingredientes que están en el punto de mira.
1. Tartracina (E-102)
La tartracina es un colorante artificial muy común en la industria alimentaria, que en Europa se etiqueta como E-102. Está presente en alimentos de todo tipo: bebidas, purés, patatas fritas, repostería, sopas instantáneas, helados, caramelos, chicles, mermeladas yogur, gelatinas… En general puede estar en cualquier alimento de color amarillo o naranja. Es además el colorante que se comercializa para “amarillear” las paellas.
Se trata de uno de los colorantes más cuestionados desde la publicación en 2007 de un estudio en The Lancet que asociaba su consumo, y el de otras cinco sustancias, con el aumento de la hiperactividad en los niños. El estudio causo una gran polémica, y muchos científicos se mostraron en contra de sus resultados, pero tanto la FDA como la AESA abrieron investigaciones sobre el asunto. La AESA solo detectó que la tartracina podía causar reacciones de intolerancia, como irritaciones cutáneas, en un pequeño porcentaje de población, pero el debate sobre sus posibles efectos adversos reaparece recurrentemente. En opinión de los Calton, es un colorante que debe evitarse siempre que sea posible dado su origen: tintes derivados de alquitrán de hulla.
Su uso alimentario está prohibido en Noruega y estaba prohibido en Austria y Alemania, pero dado que la AESA aprobó su uso, las políticas locales sobre el colorante dejaron de tener efecto es estos dos países. Su prohibición, no obstante, se sigue debatiendo en Europa y Estados Unidos.
2. Olestra
La olestra es un aditivo alimenticio que se desarrolló en los años 70 para sustituir a las grasas naturales. Se utiliza en la preparación de alimentos que suelen contener una gran cantidad de grasas, como las patatas fritas, debido a su capacidad para freír los alimentos sin aportar a estos calorías ni colesterol. Su uso está prohibido en Canadá y lo estuvo en Reino Unido.
La FDA no quería que se etiquetaran como saludables productos que están en lo más alto de la pirámide alimentaria, y que empuja a consumir con moderación, por lo que fue siempre reticente a la aprobación del aditivo. No obstante, después de casi dos décadas de burocracia, y debido a las presiones, la FDA aprobó la sustancia a finales de los 80 para su uso en patatas fritas, galletas y otros snacks que en seguida se etiquetaron como light. Los productos fueron un éxito, pero en 1996, la FDA renovó la licencia obligando a las marcas a etiquetar en los productos con olestra sus conocidos efectos secundarios. Las ventas cayeron en picado en cuanto los consumidores encontraron una etiqueta que decía lo siguiente: “Este producto contiene Olestra. Olestra puede causar cólicos abdominales y diarrea. Olestra inhibe la absorción de algunas vitaminas y otros nutrientes. Se han añadido vitaminas A, D, E, y K”.
Hoy en día la olestra sigue siendo legal en Estados Unidos y la Unión Europea y puede encontrarse en determinadas marcas de patatas fritas comerciales. Aunque la obligación del etiquetado se levantó en 2003, las ventas nunca se recuperaron. En 2011 un estudio de la Universidad de Purdue constató, además, que el consumo de patatas fritas con olestra durante un tiempo prolongado provocaba un aumento mayor de peso que la ingesta de patatas fritas convencionales.
3. Amarillo crepúsculo (E-110)
El colorante alimenticio “amarillo crepúsculo”, que se etiqueta como E-110, está presente en alimentos como mermeladas de albaricoque, galletas y productos de pastelería, sopas instantáneas, batidos de chocolate, harina para rebozar y margarinas. También es responsable del color anaranjado de los Doritos Tex-Mex.
El E-110 se fabrica a partir de hidrocarburos aromáticos de petróleo y estaba presente también en el estudio de The Lancet que lo relaciona con la hiperactividad. Además, es responsable de reacciones alérgicas en personas con intolerancia a la aspirina. En 2009 la AESA redujo la cantidad diaria máxima que aconseja consumir, de 2,5 mg/kg a 1,0 kmg/kg, por los supuestos efectos cancerígenos que podría ocasionar su ingesta en cantidades mayores. En 2011 se anunció una nueva reducción, en esta ocasión en las bebidas, de 50 mg/L a 20 mg/L.
Su uso alimentario está prohibido en Noruega. También lo estaba en Finlandia pero, al igual que la tartracina, dado que la AESA aprobó su uso, las políticas locales sobre el colorante dejaron de tener efecto.
4. Azul brillante FCP (E-133)
El azul brillante FCP es un colorante, tóxico a partir de ciertas cantidades, que estaba prohibido en numerosos países europeos antes de que la AESA aprobara su uso alimenticio (aún está prohibido en Suiza). Se usa, principalmente, para colorear de azul helados, dulces y bebidas (es el colorante que da su tono característico a algunos refrescos para deportistas y a las bebidas de tipo blue tropic).
Según las autoridades, no entraña ningún riesgo siempre que su ingesta máxima no exceda de 12.5 mg/kg de peso corporal. Según algunos estudios podría provocar reacciones alérgicas en personas que ya padezcan de asma pero, al margen de esto, hay varios estudios que insisten en su inocuidad.
5. Butilhidroxianisol y Butilhidroxitolueno (E-320 y E-321)
Estos antioxidantes de nombre impronunciable, y origen sintético, proceden de la industria petrolera y se utilizan en alimentación, muchas veces combinados ya que potencian mutuamente sus efectos, para evitar la degradación de las grasas. Aunque su presencia se ha ido reduciendo con el tiempo, siguen siendo compañeros habituales de algunos productos, principalmente snacks salados. Su uso está autorizado en la mayoría de países (en Europa está permitida su presencia, conjunta, hasta en 200 ppm del total de la grasa), excepto en Japón, donde está prohibido desde 1958 y en Australia, donde no se permite su consumo a los niños.
Algunos estudios han mostrado que el BHA y el BHT (menos habitual) tienen propiedades potencialmente cancerígenas. Aunque todavía no hay una evidencia sólida al respecto, y hay estudios que se contradicen, la Organización Mundial de la Salud ha rebajado recientemente su ingestión diaria admisible, y cada vez más empresas lo están retirando de sus preparados.
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