Los canarios de la mina
La SQM es una enfermedad poco declarada, mal diagnosticada, y peor tratada, pero padecida por unos 300.000 españoles como resultado de la exposición a productos químicos y que presentan -a veces al mismo tiempo- trastornos respiratorios, torácicos, abdominales, musculares, neurológicos y articulares, cefaleas, mialgias, náuseas, fatiga, incapacidad vital, etc. Todos ellos experimentados bajo una intensidad que puede ser importante y que, en demasiados casos, les lleva a pasar por un calvario diagnóstico sesgado y cuya implementación depende del tipo, creencia y talante del médico diagnosticador y de su mochila terapéutica. Mochila que en esta patología se podría decir que está casi vacía.
Tanto tiempo esperando, tanta esperanza depositada, tanto viaje malgastado aquí y en la OMS y al final, después de solicitar, y esperar, el reconocimiento oficial de la SQM, lo único que aparece es simplemente una "guía", que no protocolo (este obliga, la guía no) en forma de buenas intenciones. Pero las buenas intenciones sobre los demás son como la zorra en el gallinero: no sirven para reconocer los derechos de las victimas. Táchenme de avieso pero esta "guía" parece desmontar las reivindicaciones de los pacientes afectados argumentando en muchas de sus líneas que la evidencia científica de los trastornos orgánicos que los mismos presentan es todavía limitada. ¿Limitada por quien? ¿Por la medicina oficial, oligopólica y jerarquizada y que fuera de ella no existe nada? Quizás el término limitado sólo deba aplicarse tanto a la citada "guía" como a la actitud del comité redactor de la misma pues reconduce a quien padece SQM a la "psiquiatrización" y la "psicologización" de su problema. Sin embargo, me temo, las fuentes bibliográficas y experimentales que han servido como santo y seña del citado documento son ¿interesadamente? insuficientes a la par que sesgadas. Sorprende que el Ministerio, y la soldadesca desordenada que lo acompaña, incluya un documento "multicéntrico" alemán de 2008, hecho casi en exclusiva por psicólogos no expertos en SQM, y que dejen fuera aquellas investigaciones que desde 1985 a 2009 apoyan su base fisiológica y su origen tóxico. Más de cien. Curioso.
Que la citada "guía" recomiende que el diagnóstico de SQM debe quedar reflejado en la historia clínica del paciente es una absurdez rodeada de una tontería pues en el único sitio donde esto se podría anotar es en el de "observaciones". Esta patología no está codificada en el sistema informático sanitario español cosa que solo sería posible si se incluyese en la CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades). Quedarse en una mera anotación de términos en un índice alfabético para facilitar su búsqueda no supone ninguna inclusión ni creación de un nuevo código para la SQM. Es más los pacientes no quieren un código, quieren que su patología se incluya en la CIE. Muchos médicos, también.
Otra incongruencia de la mencionada "guía" es cuando habla de la SQM como enfermedad profesional nombrando determinadas leyes y derechos que tiene todo trabajador, pero omite que la SQM no está catalogada como enfermedad profesional. Es más editar una guía sobre una determinada enfermedad no supone que la administración o el sistema sanitario, o sus médicos (hay tarugos en mi profesión que no van a cambiar su actitud escéptica ni a dejar de jugar al golf o navegar mares adentro para detenerse en leer algo sobre el tema) la reconozcan y por ende reconozcan la concesión de incapacidades, minusvalías y otros derechos sociales y administrativos a los que de otra forma sí tendrían acceso. Tampoco supone esta "guía", si no se explicita, que sea el paso previo para el reconocimiento oficial. La misma no hace ni la más mínima referencia a nada que se le parezca.
En el apartado de estrategias terapéuticas se abunda en la afirmación de que la terapia más efectiva y recomendable es la simple evitacion de la exposición a productos químicos tóxicos desviando la atención y la carga de la prueba desde la consentida industria química al paciente. Sin embargo no niega las evidencias que ofrecen determinados tratamientos biológicos, y más naturales, efectuados en determinadas instituciones sanitarias y médicas a los que esta guía hace una suspicaz referencia cuando se refiere a los cambios en la dieta y/o administración de suplementos nutricionales. Cosa que la medicina oficial no hace, o lo hace tímidamente.
En definitiva a mi me parece un documento precipitado, limitado por la poca cantidad de estudios examinados y por los sujetos y asociaciones participantes. En demasiadas líneas sesgado hacia la terapéutica psicológica y/o psiquiatrica y a veces incoherente e incompleto. Este documento no conduce a ninguna parte -excepto a servir de filtro para pacientes actuales y futuros- y ha sido un brindis al sol de una ministra que nos deja, por fin, recordándonos aquello que mejor ha hecho durante su estéril mandato: desviar la atención sobre la petición principal de asociaciones, pacientes y algunos médicos, que en este caso no es otra que el reconocimiento de la SQM, camuflándose detrás de una gran sonrisa. Ministerio de la Risa, repito, convertido en la voz de su amo que ha hecho y dicho lo mismo que la mercantilizada, dependiente y casi sostenida con fondos privados OMS: no hay suficientes evidencias científicas. Y si las hay, tampoco se las espera. Añado.
En el actual modelo socioeconómico en el que nos hemos permitido un estilo de vida insano y tóxico estos pacientes solo pueden esperar convertirse en aquellos canarios enjaulados que vivían en el interior de las minas. Lo bueno era que en caso de fuga de gas, el pájaro, más sensible, era el primero que fallecía advirtiendo a los mineros. Lo malo es que canarios de la mina ya somos todos. Y ya si esoÉ pues eso.
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